Extraños amigos
Por Julieta Inés Dal Lago "¿Y qué tenía yo para darle?, ¿por qué me hubiese elegido?", preguntó Josefina a aquél hombre con quien mantenía una charla sobre historias pasadas, en una plaza dormida por la llegada de la luna e iluminada por los copos de nieve que decoraban el cielo. Él no era nadie o, mejor dicho, era alguien, aunque ella no lo conocía. Por esas casualidades de la vida, en el que el tiempo hizo que se cruzaran y compartieran un banco duro de madera, ubicado en el medio de un pulmón de aire urbano (La Plaza Las Heras), comenzaron a intercambiar palabras variadas. Pero no fue sólo eso, no era un simple ida y vuelta de oraciones vagas o sin contenido; sin darse cuenta, se escoltaron mutuamente en el dolor que escondía cada uno detrás de los relatos (o leyendas) que contaron como propios. Su punzante y penosa mirada la atormentó por un rato. Ella estaba sentada en una punta y él, en la otra. Sus ojos se cruzaron en diferentes momentos. Él ...