Mudos o no
Por Julieta Inés Dal Lago
Las palabras… las palabras son un medio de expresión. Sentimos, pensamos y decimos.
Las palabras… las palabras son un medio de expresión. Sentimos, pensamos y decimos.
Nos comunicamos a través de letras que, unidas, forman una palabra que exteriorizamos, de forma verbal o escrita.
Las palabras son parte de un lenguaje, de un idioma.
Hablar es lo más práctico que hay para expresar lo que nos pasa o las ideas que se cruzan por nuestra mente.
En contrapartida, es un arma de doble filo cuando las palabras se convierten en un medio de expresión de uso corriente, cuando sin pensar ni sentir las pronunciamos.
Me vienen a la mente las personas que nacieron mudas, aquellas que no pueden pronunciar una palabra, quienes experimentan una sensación, emoción y no pueden expresarla de forma verbal.
Puedo imaginarlo pero no sentirlo. Me ahogo de sólo pensarlo. Querer gritar, hablar y no poder hacerlo… qué locura.
Qué feo debe ser querer que alguien te escuche, que alguien te oiga y no poder pronunciar una sola palabra. Qué profundo y fuerte vacío, qué gran impotencia.
Pienso que no es tan distinto a lo que nos pasa a aquellos que podemos hablar, cuando queremos que alguien nos escuche, cuando deseamos decir lo que sentimos, lo que nos pasa, lo que pensamos y que el otro sea indiferente.
Esa persona oye, ¿pero escucha? Porque escuchar no es lo mismo que oír. No es sorda pero no le llegan nuestras palabras. Entonces, me pregunto, ¿qué diferencia hay entre hablar y no poder hacerlo?
Al igual que el mudo, nuestra voz pareciera no hacer ruido, queda bloqueada por los oídos sordos de quienes no quieren escucharla.
Esas palabras quedan flotando en el abismo, se pierden, esfuman, es como si no hubiésemos emitido un sólo sonido.
Entre un mudo y una persona que puede hablar, no hay diferencias si el receptor no quiere escuchar.
El emisor, a veces, no logra que sus palabras atraviesen el tímpano del receptor. En estos casos, sentimos impotencia, esa sensación que nos lleva a pensar: “¿No me escuchas?, ¡te estoy hablando!”.
Por eso, la desesperación de querer que el otro sepa lo que nos pasa, la vivimos todos, los mudos y los que no lo somos, cuando del otro lado nos encontramos con quienes se hacen los sordos.
Logramos compartir, con quienes carecen del habla, la sensación de asfixia, de ahogo.
Por eso, la desesperación de querer que el otro sepa lo que nos pasa, la vivimos todos, los mudos y los que no lo somos, cuando del otro lado nos encontramos con quienes se hacen los sordos.
Logramos compartir, con quienes carecen del habla, la sensación de asfixia, de ahogo.
Admiro a las personas que sin voz se pueden expresar, pueden hacerse escuchar.
¿Será que las palabras no tienen tanta importancia?, ¿será que las emociones y sensaciones se transmiten mejor a través de actos, se resumen en hechos, sin palabras de por medio, que maticen los sentimientos y los pensamientos?
Sigo reflexionando y descubro que hay tantas personas que hablan, pero no dicen nada.
Pronuncian letras y no demuestran. Todo queda en vocales, letras del abecedario. Palabras y frases que, después, no llegan a ningún lado. El viento sopla y desaparecen. Fueron sólo un medio para comunicar lo que alguien sintió o pensó, en un momento efímero.
¿Qué pasa con las palabras cuando salen de un sentir y pensar momentáneos?, ¿cuando no son reales? Tengo mi respuesta y es que, simplemente, quedan ahogadas en el silencio.
Qué problema cuando crean falsas ilusiones, expectativas. Cuando son letras que terminan retumbado en nuestro pensamiento o nos hacen sentir algo, una emoción que queda encriptada en vocales porque no llegan a plasmarse en actos.
¿De qué sirven las palabras pronunciadas que después no llegan a nada? Palabras que sólo se utilizan para manipular, mentir o para ocultar lo que nos pasa, en verdad.
Me pregunto cómo sería el mundo si nadie hablara. Si fuéramos mudos, ¿sería distinto? Imaginemos que el único medio de expresión son los actos, los hechos.
¿Sería todo un caos? O, por el contrario, ¿lograríamos exteriorizar con mayor fidelidad y sinceridad las emociones, los pensamientos? ¿Serían los actos el mejor espejo de nuestro interior?
Tal vez, el mundo sería mejor si dejáramos de hacer un mal uso de las palabras, del idioma. No diríamos de más.
Si la solución para que las personas sean reales, es que ninguna pueda hablar, me gustaría que todos nos quedemos mudos. Encontraríamos otras formas de expresión a través del lenguaje corporal. A través del arte.
Cuando pintamos, escribimos, tocamos un instrumento, bajamos un instante, nos conectamos con nosotros mismos, buscamos transmitir algo diferente a lo que podríamos utilizando palabras impensadas pronunciadas en la cotidianeidad.
Si nadie pudiera hablar, el arte sería un punto de unión, un lugar común donde todos nos podríamos encontrar. Pintar un cuadro, sacar una foto, escribir un texto, tocar un instrumento, requieren una conexión, un nivel de expresión diferente que toca el alma.
Un artista reflexiona, evalúa y crea, transmite lo que le pasa o piensa a través del mejor medio que, considera, lo refleja.
Entonces, vuelvo al pensamiento que originó esta reflexión: “¿Qué diferencia hay entre un mudo y una persona que tiene el poder de hablar, de hacerse oír, cuando sus palabras no son escuchadas, recibidas ni sentidas por nadie? Y vuelvo a preguntarme: “¿De qué sirve poder hablar, cuando pronunciamos palabras vacías de todo sentir y pensar?”.
©.- Julieta Inés Dal Lago.- 24 de enero de 2011.-
jack. genial. pensar, decir y hacer, la tarea más difíicl del ser humano siempre tan variable...
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