Entre letras
Por Julieta Inés Dal Lago
Meses sentado delante de la pantalla que le mostraba una hoja en blanco. Pudo ver frente a sus ojos una barra negra, que titilaba y esperaba que sus dedos se deslizaran por botones oscuros, caracterizados por números y letras de color cálido. Sólo éstos podían darle movimiento a aquélla raya vertical, la cual, por momentos, estaba presente y, otras, ausente.
Meses sentado delante de la pantalla que le mostraba una hoja en blanco. Pudo ver frente a sus ojos una barra negra, que titilaba y esperaba que sus dedos se deslizaran por botones oscuros, caracterizados por números y letras de color cálido. Sólo éstos podían darle movimiento a aquélla raya vertical, la cual, por momentos, estaba presente y, otras, ausente.
Las manos apoyadas en el teclado y sus dedos
quietos, pero ansiosos, esperaban la orden para poder dar vida y colorear esa
imagen digital que llegó a convertirse en una luz fría, la cual lo perseguía en sus sueños, donde la barra se movía a la derecha, a la izquierda, frenaba, y otra vez avanzaba, hasta poner un
punto y hacer un aparte.
Cuando estaba en vigilia, pasaba horas tratando
de poder ordenar los pensamientos que se cruzaban por su mente: ideas,
preocupaciones, temáticas, oraciones, frases de autores. Todas circulaban al
mismo tiempo, algunas seguían de largo, pero luego volvían y chocaban con
otras; lo abrumaban y volvían estático, frente al papel en blanco.
Nada de lo que pensaba era lo suficientemente claro
y fuerte como para que pudiera bajarlo, desarrollarlo y plasmarlo en un texto o
ensayo. Tránsito y maratones de letras, palabras, frases era lo que ocurría y
transcurría por su mente, todas parecían desesperadas por llegar a alguna
parte.
Seguía sentado frente a aquél desierto de tinta
negra, ninguna perturbación le parecía estar por encima de la otra, como para
ocupar el primer eslabón de un sinfín de palabras que le permitieran volcar y
dilucidar en una hoja toda su congoja.
Vocales más grandes, chicas, medianas, verbos, palabras
sin sentido, oraciones desconectadas, imágenes. Todas juntas entramaban una red
de letras y escenas que resonaban, detonaban y destellaban en su cabeza, se entrelazaban.
Sólo encontró una palabra para encasillar lo que le pasaba: caos.
Recordó que alguien le había dicho que el orden
se encontraba en el caos. Pensó que era lógico, porque admitió que después de reflexionar
tanto, de dar vueltas y rondar sobre una idea, un problema, se llega a una
solución.
Pero su caso era más complicado. No podía encontrar
una sóla explicación a todo lo que invadía su mente, a esos hilos frágiles de letras que lo atormentaban. Eran muchos los pensamientos en los que galopaba.
Después de un tiempo, se dio cuenta que la confusión no sólo estaba instalada en su razón, de repente todo se convirtió en ruido, no
había silencio a su alrededor, sus oídos sólo escuchaban el choque entre acciones y omisiones
de palabras y vocales, de rimas, personificaciones, metáforas, todos intentos
fallidos de lograr armar un párrafo que transmitiera una idea.
Pudo ver nítidamente el conflicto, no tuvo tanta
claridad para encontrar el orden dentro de tanto alboroto. Sin embargo,
reconoció que era lo suficientemente capaz como para restablecer la calma y
dilucidar ese entramado de enredos y chillidos.
Cerró los ojos, y cuando decidió abrirlos, su
cuerpo estaba enfrentado a un universo infinito de letras y vocales; se dio
cuenta que estaba inmerso en su bullicio mental. Sin vacilar, sus pies empezaron
a transitar el camino y las manos comenzaron a atrapar aquellos
eslabones sueltos para tratar de armar una palabra, una frase, una metáfora.
Con la intención de poder desenredar el nudo y empezar escribir una nueva hoja
en blanco, pasó el resto de sus días tratando de hallar el orden dentro de ese mundo que una vez llamó caos, cuando se perdía en la abstracción de su esencia racional, pero que después convirtió en el terreno concreto de su existencia mortal.
©.- Julieta Inés Dal Lago.-
©.- Julieta Inés Dal Lago.-
(..)"pasó el resto de sus días tratando de hallar el orden dentro de ese mundo que una vez llamó caos, cuando se perdía en la abstracción de su esencia racional, pero que después convirtió en el terreno concreto de su existencia mortal". wooowwww.
ResponderEliminarA veces sólo hace falta un pequeño detonante que impulse.
Euge! Bien dicho! Así es y de eso se trata, no? Como vos decís: "un detonante que impulse", y después, a seguir el camino.
ResponderEliminarBeso grande y gracias por comentar!!
J.-