Para encontrarse hay que perderse, y viceversa

Por Julieta Inés Dal Lago


El otro día, estaba hablando con una íntima amiga del colegio primario y secundario, y, en un contexto de conversación, le dije: “para encontrarse hay que perderse”. 

Ella identificó mis palabras con un libro que había leído, yo le respondí que no sabía de qué libro hablaba, sino que se lo decía por experiencia propia.

Unos días después, me junté con otras amigas, también del colegio primario y secundario, y dos eran amigas desde el jardín de infantes, también. 

Hablamos de cómo estábamos, cómo nos sentíamos, nos pusimos al día después de un tiempo sin vernos.

Cuando tocó mi turno, hablé y conté, y en un momento, en referencia a un tema que estábamos charlando, hice el mismo comentario que había hecho en la conversación con mi otra amiga, también amiga de ellas, el otro día, aunque alteré el orden de los factores.

Lo que dije fue: “para perderse hay que encontrarse”, una de las chicas dijo: “¿no sería al revés?, para encontrarse hay que perderse”, y le pregunté qué había dicho yo, ella repitió mis palabras; claro, había dado vuelta la frase y les expliqué que quise decir eso, que “para encontrarse hay que perderse”.

Me quedé pensando y, hoy, llego a una conclusión, puedo afirmar lo siguiente: “para perderse hay que encontrarse, y viceversa”; o “para perderse hay que encontrarse y para encontrarse hay que perderse”.

En verdad, no cometí un error, no me equivoqué en el orden de la frase, al contrario, creo que llegué a una conclusión que, al menos yo, valido.

Cuando nos perdemos es porque, en algún punto, nos encontramos, vimos lo que somos en un momento, lo que nos rodea, la situación en la que estamos, y eso no nos gusta, nos causa molestia, o no nos conforma; entonces, buscamos algo nuevo, salimos de nuestra “zona de confort” y nos lanzamos a generar algo distinto.

Puede ser salir a lugares nuevos, conocer gente nueva, experimentar otras vivencias, en resumen, nos perdemos, nos vamos de ese lugar estático y conocido en el que estábamos.

Para mí, la palabra “perderse” significa salir al encuentro de nuevos conocimientos, experiencias, personas, vivencias. 

Abandonar esa identificación que vimos y que no nos gustó o que expiró, de alguna manera, que nos generó hambre o curiosidad por descubrir algo diferente; y todas estas sensaciones disparan el ir al encuentro de quienes somos hoy.

En estos años, aprendí que vivimos creciendo, hoy no somos la misma persona de ayer, tampoco la que seremos mañana.

Por eso, intentar juzgar una situación, relación, momento o vivencia del pasado no tiene sentido. Porque ya no somos la misma persona que estuvo en ese lugar, por eso no lo vamos a entender, evolucionamos, estamos en otro lado.

Por lo tanto, decir “para perderse hay que encontrarse, y viceversa”, me parece una frase que refleja la transmutación que vivimos todos, que no es otra más que el aprendizaje constante que nos lleva a ir mutando día a día, aprendiendo cosas nuevas, experimentando y viviendo distintas sensaciones y emociones.

Ahora es el momento en el que tengo que darle un cierre a este tema, sólo puedo decir que hoy somos unas personas y mañana seremos otras, y que cuando nos miremos en el espejo, vamos a encontrarnos, y está bien que queramos perdernos, en el sentido de ir incorporando nuevos conocimientos, ir a lugares nuevos, hablar con gente nueva.

Perderse no significa abandonarse ni abandonar a los afectos, lo que yo planteo es que perderse es volver a encontrarse con uno mismo, para conocerse otra vez y re-significar la propia vida y realidad.

Y si el resultado es que la realidad no se ajusta a lo que sentimos y queremos para nosotros, es el momento de evaluar la situación y elegir hacia donde queremos ir, qué vida queremos tener y recrear esa realidad o crear algo diferente.

Moverse, no ser estáticos y estar dinámicos.

Por eso, digo: “para encontrarse hay que perderse, y viceversa”.

©.- Julieta Inés Dal Lago

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