Milo Lockett, un trabajador del arte
Por Julieta Inés Dal Lago y María Eugenia Mastropablo
Habla pausado
y se toma su tiempo antes de responder. Su atelier está decorado con paletas de
colores, bastidores y una luz cálida que invita a sentarse. “Pinté en distintas
épocas de mi vida, pero no mostraba lo que hacía. En la escuela primaria
pintaba, pero me cargaban,jugaba al básquet y me decían maricón, era otra
generación, tengo 48 años. Además, eran dibujos muy simples, mis árboles tenían
casitas, zapatillitas, en vez de frutas. Después, como hice mucho skate de
chico, los árboles tenían ruedas, las casas y las personas también. Hago botas
con rollers, me fascina, tiene que ver con la velocidad, con ir más rápido”,
cuenta Guillermo Emilio “Milo” Lockett, quien desde que comenzó a pintar, nunca
más se detuvo. Hoy, no sólo encontramos su obra en cuadros sino también en
tazas, fundas para celulares, útiles escolares y otros objetos de uso diario,
llegando, de esta manera, a la cotidianeidad de las personas.
Ph: María Eugenia Mastropablo
¿Qué lugar ocupa el arte en tu vida?
Todo el día pienso en relación al arte, está en mi
cabeza. Mi vida gira en relación al arte: por las actividades sociales que
tengo con el arte, por las actividades que tengo en mi taller, por los momentos
individuales que tengo yo con el
arte, que son cuando pinto.
¿Cómo sos con el trabajo?
Soy medio obsesivo y me gusta salir de mi casa y
venir a mi taller. Tengo como esa cosa de fábrica, de salir y venir al lugar.
Necesito abrir la puerta.
Es algo que tengo incorporado desde hace muchos años y que
recién ahora reconozco. Antes me parecía natural y que era lo tenía que hacer.
Hoy reconozco que necesito del trabajo, necesito del esfuerzo. Yo no sé si está
bien eso. Por lo menos en mi persona funciona y no tiene que ver con el
sacrificio sino que tiene que ver con la búsqueda de todos los días. Vengo a
pintar y aparecen cosas. No vengo con una idea preestablecida. Son pocas las
veces que vengo con una idea, a pesar de que todo el tiempo tenés ideas y hay
momentos en que decís: “Bueno, voy a trabajar con esto, con tal tema. Me gustó
tal película o una persona, me disparan algo”.
¿Creés en la inspiración?
No creo en la inspiración. Lo
que existe es una idea que decanta después de mucho tiempo de errores: es
prueba y error, prueba y error y de golpe te moviste un poquito de esa idea y
se modificó todo. Un cambio pequeño hace que se modifique todo. Estoy muy
atento a eso. Yo trabajo mucho y me equivoco mucho.
Tus cuadros
tienen palabras como “abrazame”, “quereme”, ¿hay
algún mensaje oculto detrás de eso?
Cero, pero sí escribir el número del lugar donde
compro pizza o direcciones de lugares que me gustan. Ese tipo de cosas sí, pero
no mensajes profundos. Me parece que el arte tiene que ser muy concreto, lo que
no quiere decir que de otra manera no lo sea. Yo respeto todo, me encanta que
exista todo. Eso hace que no me aburra. No soy de los que piensan que
únicamente lo que uno hace es arte. Todo lo contrario, me parece que está bueno
cuando uno se da cuenta de que hay muchas formas y que
no hay fórmulas.
¿Pensás que el arte tiene algún rol a nivel social?
El arte es muy interesante porque primero es un
derecho que tienen todas las personas y después porque iguala. Nosotros podemos
mirar un cuadro, no importa de qué época sea y vamos a tener distintas
sensaciones. Nos van a pasar distintas cosas o no nos va a pasar nada y, en ese
momento, me parece que somos iguales. En ese momento, hay algo que nos
atraviesa a todos, no importa si yo soy más estudioso del arte que vos. No
importa si soy religioso o si no tengo educación, no importa si soy un rey o un
mendigo. Cualquiera se puede parar frente a una escultura o una estatua y las
sensaciones van a ser distintas porque no hay nada que nos ataje de verlo.
Interpretaremos diferentes cosas, sentiremos diferentes cosas.
Eso desde el espectador y… ¿desde el artista?
A mí lo que me pasa con el arte es que es lo único
que puedo dar. Entonces, cuando voy a un hospital, por ejemplo, y pinto un
mural, es mi forma de colaborar. Puedo hacer un taller o ir a pintar un mural.
Me gusta hacerlo porque recibo mucho cariño del público. También
reconocimiento. Entonces, todo el tiempo trato de ayudar y colaborar porque es
lo que yo puedo hacer. Si fuera médico, seguramente trabajaría gratis en alguna
cosa, en este caso soy artista, me gusta lo que hago y lo hago contento. La
gente por ahí se sorprende porque vivimos en un mundo donde siempre hay que dar
para recibir algo. Entonces, por ahí no entienden cuando vos das algo sin
esperar recibir, piensan mal enseguida.
Hiciste
algunas publicidades y recibiste críticas por esto,
¿tenés algún tipo de prejuicio con este tema?
No, porque es trabajo. Vos imagínate que soy un tipo
que le doy trabajo a nueve personas acá (en el taller) en blanco y después
tengo todo lo que está alrededor de eso: los fletes, proveedores. Yo genero
mucho trabajo, te hablo de este local. Entonces imaginate que cuando aparece
una marca y me pregunta: “¿Te animás a dar una charla para tantos médicos y
vamos a cruzar la medicina con el arte?” No me molesta. Vamos a hablar de la
creatividad, de la pintura, cómo les puede servir a
ellos para sacarlos un rato. No lo veo mal.
¿Hay un
prejuicio con lo que es la comercialización del arte y de la cultura?
Hay un prejuicio con la comercialización del arte
porque el arte no es rentable. Vos imagínate que seremos más de diez mil
pintores y solamente 40 o 50 podemos vivir del arte. Tenés que trabajar mucho y
hacer muchas cosas y entre esas cosas… hacer una propaganda de detergentes.
También hice la botella de “Coca Cola”, hice botellas de agua. Aparecen todo el
tiempo cosas y marcas que te hacen propuestas. Yo no lo veo mal porque es
trabajo. Te entra una plata, te ayudan en la difusión. No me
parece algo malo. No lo veo como que estás pecando.
¿Recordás a algún profesor que te haya marcado?
Tuve un muy buen maestro de dibujo, Mario Vanegas.
Lo que más trabajó en mí fue mi autoestima. Mis calificaciones eran buenísimas,
entonces, si el maestro te dice que es una genialidad, sentís que sos
diferente; por más que el otro se ría, te parece que sos un súper héroe. Yo
trabajo con esa línea también,les digo a los padres que no importa qué hagan
los chicos, hay que calificarlos bien siempre.
¿Cómo fue tu aprendizaje como artista?
Aprendí a pintar sin estructura, sin técnica, muy
libre. En la escuela primaria hice los talleres de la Escuela de Bellas Artes
del Chaco, donde dan clases libres. Entonces, en ese juego vos te construís de
otra manera. Yo no tuve la carga, cuando llegué a mi primera etapa de artista
de grande, de tener que romper con las estructuras de la escuela de Bellas
Artes o de la escuela de dibujo porque nunca las tuve, entonces el desprejuicio
hace que dibujes a una persona sin
brazo y la ofrezcas de esa manera.
Te gusta
llegar a toda la gente, comunicarte con todo el mundo y, a través de tu obra,
llegás a todo tipo de edad, lo lográs...
Eso es muy raro, cuando a un chico de 7 años le
gusta un dibujo tuyo, a una maestra, a un profesor de arte y a un
coleccionista, todos tienen distintas realidades, distintas formas de mirar el
arte, pero a todos les gusta. Entonces, uno se pregunta qué les gusta, qué los
une en su mirada. La respuesta es que es simple. Me pasa
con los chicos que me dicen “yo dibujo mejor que usted” y para mí es una
genialidad, cualquiera se podría sentir muy mal, pero a mí me parece una
genialidad que un chico te diga eso porque sólo un chico puede ser tan honesto
para decírtelo.
¿Por qué la gente se conecta con Milo?
"Porque Milo conecta con la gente", como dijo una vez mi colega y amigo Ricardo "Ricky" Crespo. La gente te
elige, sucede. Yo cada vez trato de ser más común, sino me vuelvo insoportable
conmigo mismo. Si me miro al espejo quiero saber quién era yo y quién soy,
entonces trato de ser quien soy, de ser honesto, decir lo que pienso, ser
consecuente con lo que pienso, hacerme cargo de eso, luchar contra todas mis
situaciones de indisciplina, con mi ego, porque el artista tiene mucho ego, te
mentiría si te digo que no, uno tiene que convivir con eso y tratar de que no sea insoportable.
¿Te pasa que a veces no tenes ganas de pintar?
Sí, y no hago nada, hasta que vuelvan las ganas,o
muchas veces uno tiene un desgano,pero yo soy muy productivo, trato
de hacer algo aunque sea, no me gusta estar al pedo.
Hay días en los que no te sale nada y ahí trato de
relajarme, me tomo un whisky, como un queso y lo acepto, es parte de todo.
¿Cuál es tu visión del arte contemporáneo?
Hoy es todo válido, esas son las reglas de juego,
pero en un momento decanta y queda lo que aporta algo. Me pasa que me topo con
mucha gente que tiene la fantasía de que lo van a descubrir y eso no sucede, el
artista tiene que trabajar mucho en la obra, en el lenguaje, en innovar, para
ganarse un lugarcito chiquito, convencer al público de que está bueno lo
que hace.
¿Cómo se hace para trascender?
Hay muchas pruebas y errores, hasta llegar a
concluir una obra, mucho de experimentación. Cuando revisás a los artistas que
trascendieron en la historia del arte son quienes trabajaron muchísimo,
pintaron, experimentaron. No es casualidad, son muchas horas de trabajo,
experimentación de búsqueda, pero sobre todo de desarrollo de una idea, con la
que estés comprometido.
¿Cómo ves el arte nacional?
En primer lugar, me parece que hay un problema que
viene desde hace mucho tiempo y es que el arte está concentrado en Buenos
Aires. Los artistas provinciales piensan que tienen que venir a Buenos Aires
para validar lo que hacen. Me parece que hay un problema geográfico cultural. Y
también pasa que se sigue haciendo mucho lo que se llama “cultura de
espectáculo”, que es cuando yo contrato a una persona o a un celebrity y hago
un espectáculo gratis para muchos. Esto no tiene nada que ver con hacer un
programa donde yo desarrolle cultura durante un tiempo y vea un resultado.
¿Se te ocurren propuestas que podrían mejorar esta situación?
Mi humilde crítica es que tenemos que pensar en
desarrollar políticas culturales en las que involucremos a artistas jóvenes
para estimularlos a trabajar en su obra. No se cuál sería el formato adecuado,
pero pienso que un sistema de becas, de formación de artistas con artistas,
sería genial porque te resume mucho tiempo, te cruza con la gente que te tenés
que cruzar, porque te potencia mucho el ego de hacer, la competencia es buena,
ser competitivo es bueno. Me parece que acá lo que más falta son políticas
culturales del Estado, que es quien tiene que proponer, a ver cómo contiene ese
arte que está pasando en la Argentina para que salga de las provincias, para
que sea competitivo. Si sos el mejor artista de Catamarca, pero no podés salir
de ahí, no sirve de nada.
©.- Julieta Inés Dal Lago
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