El hombre de la máscara de hierro
Por Julieta Inés Dal Lago
Hombre que camina por las calles y por la vida portando una máscara. Es el hombre de la máscara de hierro, así lo llamo. No usaba una, pero demostró portarla. Está prendida a su rostro y no es posible arrancarla. Va con ella a todos lados ocultando sus sentimientos y la persona que es en verdad.
Hombre abatido por ruidos permanentes en su cabeza que no le dejan encontrar el silencio y la paz. Muchas imágenes invaden su mente. No logra encontrar claridad.
Marcha por las calles, cumple una rutina, un protocolo. Cumple un rol en cada ambiente social en el que está. Se ampara en ese pedazo de materia invisible que decide mostrar, la cual se convierte en una barrera difícil de cruzar por los ojos que portan en sus rostros aquellas personas que logran a su lado estar. Simplemente lo miran, observan, interactúan con aquél quien muestra ser.
Enseña lo que a otros complace y satisface...menos a él, a quien se lo ve perdido, confundido. Así lo conocí, así lo pude ver.
Portador de un gran potencial para brindar miradas diferentes a la sociedad, es, a la vez, una persona dolida, lastimada, no se sabe bien por qué pero por algún motivo es.
Frena una o dos horas a la semana, momentos en los que piensa, evalúa. Después sus pies siguen. Recorren los caminos empedrados y embaldosados que cubren el suelo de la ciudad. Escucha música, mira vidrieras, ve a la gente pasar.
Es sensible. Le gusta la música. También es profundo, caritativo y ve más allá de sus propias narices, más allá de sí mismo, cuando se lo propone. Su mirada llegó a un pueblo desamparado por la sociedad y el sistema.
No sabe lo que le pasa, no sabe lo que quiere, no sabe lo que siente. Todavía no es el momento de verlo, no es la hora de afrontarlo, tal vez no sabe cómo, tal vez no quiere descubrirlo. Quizás se siente sólo, abandonado, incomprendido. Capaz él es simplemente así, un hombre, una persona más que sigue el tiempo, que sigue a la multitud.
Todavía no puede mirarse a sí mismo. No logra descubrir quién es y qué quiere. No puede conocer su identidad.
Un largo camino por recorrer le espera. La paciencia, prudencia y coraje son virtudes que deberá adquirir para poder dejar esa máscara de hierro y enfrentar, aceptar y mostrar quién es en verdad.
Portador de ojos cálidos, profundos, del color de la tierra, revela con su mirada la ternura que encierra en su Ser.
Quizás algún día logre ver. Tal vez algún día pueda descubrir quién es. Capaz logre dejar sus máscaras, las que porta en su rostro y corazón, y pueda ver la claridad que hay en él.
Ser transparente, claro como el agua de mar cuando encuentra la paz, es la meta a la cual tiene que llegar para encontrar la felicidad.
©.- Julieta Inés Dal Lago.- 11 de noviembre de 2010.-
Hombre que camina por las calles y por la vida portando una máscara. Es el hombre de la máscara de hierro, así lo llamo. No usaba una, pero demostró portarla. Está prendida a su rostro y no es posible arrancarla. Va con ella a todos lados ocultando sus sentimientos y la persona que es en verdad.
Hombre abatido por ruidos permanentes en su cabeza que no le dejan encontrar el silencio y la paz. Muchas imágenes invaden su mente. No logra encontrar claridad.
Marcha por las calles, cumple una rutina, un protocolo. Cumple un rol en cada ambiente social en el que está. Se ampara en ese pedazo de materia invisible que decide mostrar, la cual se convierte en una barrera difícil de cruzar por los ojos que portan en sus rostros aquellas personas que logran a su lado estar. Simplemente lo miran, observan, interactúan con aquél quien muestra ser.
Enseña lo que a otros complace y satisface...menos a él, a quien se lo ve perdido, confundido. Así lo conocí, así lo pude ver.
Portador de un gran potencial para brindar miradas diferentes a la sociedad, es, a la vez, una persona dolida, lastimada, no se sabe bien por qué pero por algún motivo es.
Frena una o dos horas a la semana, momentos en los que piensa, evalúa. Después sus pies siguen. Recorren los caminos empedrados y embaldosados que cubren el suelo de la ciudad. Escucha música, mira vidrieras, ve a la gente pasar.
Es sensible. Le gusta la música. También es profundo, caritativo y ve más allá de sus propias narices, más allá de sí mismo, cuando se lo propone. Su mirada llegó a un pueblo desamparado por la sociedad y el sistema.
No sabe lo que le pasa, no sabe lo que quiere, no sabe lo que siente. Todavía no es el momento de verlo, no es la hora de afrontarlo, tal vez no sabe cómo, tal vez no quiere descubrirlo. Quizás se siente sólo, abandonado, incomprendido. Capaz él es simplemente así, un hombre, una persona más que sigue el tiempo, que sigue a la multitud.
Todavía no puede mirarse a sí mismo. No logra descubrir quién es y qué quiere. No puede conocer su identidad.
Un largo camino por recorrer le espera. La paciencia, prudencia y coraje son virtudes que deberá adquirir para poder dejar esa máscara de hierro y enfrentar, aceptar y mostrar quién es en verdad.
Portador de ojos cálidos, profundos, del color de la tierra, revela con su mirada la ternura que encierra en su Ser.
Quizás algún día logre ver. Tal vez algún día pueda descubrir quién es. Capaz logre dejar sus máscaras, las que porta en su rostro y corazón, y pueda ver la claridad que hay en él.
Ser transparente, claro como el agua de mar cuando encuentra la paz, es la meta a la cual tiene que llegar para encontrar la felicidad.
©.- Julieta Inés Dal Lago.- 11 de noviembre de 2010.-
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