El Calafate, Pcia. de Santa Cruz, Argentina
Por Julieta Inés Dal Lago
Día 1
A las 7.45 am, llegué al aeroparque Jorge Newbery para emprender unas breves y relajantes vacaciones, al sur de Argentina.
El menú consistió en una sopa de verduras, un guiso de cordero y, de postre, un mousse de chocolate. Acompañamos al paladar con vino tinto, el cual luego de terminar la cena, pudimos beber sentados en un tronco fuera de la caverna mirando el cielo.
©.- Julieta Inés Dal Lago
Día 1
A las 7.45 am, llegué al aeroparque Jorge Newbery para emprender unas breves y relajantes vacaciones, al sur de Argentina.
A las 8.45 am tenía que partir el
avión de Aerolíneas Argentinas, rumbo a El Calafate, Pcia. de Santa Cruz.
Lamentablemente, debido a la presencia
de neblina, los vuelos de esa mañana fueron reprogramados; entre ellos, el que
iba a ser el puente a mis tan esperados días de descanso.
Aproximadamente, una hora después, ya
estaba sentada en el avión, junto a la ventana (siempre viajo de ese lado
porque me encanta verme volar por encima de las nubes) y, en tan solo unos
pocos minutos, el avión emprendió el despegue.
Alrededor de las 2.00 pm llegué al aeropuerto
internacional Cte. Armando Tola, de El Calafate.
Alojamiento
Me hospedé en el Hotel Rochester Calafate(http://www.rochestercalafate.com.ar/),
el cual recomiendo ampliamente, ya que está muy bien ubicado, el personal y el
lugar son sumamente cálidos, y cuenta con una elegante y atractiva decoración, excelente
combo a la hora de elegir dónde quedarse.
Quiero destacar el desayuno continental
que ofrecen, ya que podrán encontrar una gran variedad gastronómica, ideal para
alimentar el estómago antes de emprender el largo día de excursiones.
Algo que tienen que saber es que si
van al Calafate, deben programar excursiones para poder aprovechar el lugar al
máximo y disfrutar los días durante su estadía.
El Hotel Rochester Calafate también
ofrece un menú al mediodía para almorzar. Además, cuenta con una barra para
gozar de los más ricos aperitivos y tragos, por la noche.
Aquellos que prefieren la cerveza
artesanal, no desesperen!, podrán encontrarla allí mismo.
Al llegar al hotel, me hicieron un
regalo de bienvenida, el cual consistió en un rico aperitivo acompañado de una
variedad de quesos.
Recorriendo
el centro
Luego de dejar los bolsos en la habitación,
fui directo al centro del Calafate, para caminar por sus calles y empezar a
sentirme parte del lugar.
Me encontré con una gran cantidad de
locales comerciales, un paseo de artesanos, restaurantes, cervecerías y un bar
de hielo, los cuales bordean la avenida principal (Av. Libertador), junto a
otros más.
A las 3.00 pm, mi estómago hablaba por
sí solo, con lo cual decidí sentarme a comer en un bar recomendado por el
taxista que me acercó al centro: Pietro´s,
donde pedí un delicioso omelette con queso y espárragos.
La caminata de regreso al hotel, la
cual toma alrededor de unos 25 minutos, me permitió apreciar el paisaje
decorado por el Lago Argentino y el Cerro Calafate.
Excursión
Nocturna Lagos y Cavernas
A las 6.00 pm, los chicos de Nativo Experience me pasaron a buscar
por el hotel en una Land Rover 4x4, en la cual, cuando subí, pude encontrar a otros
viajeros de Colombia, Perú y El Salvador, quienes, aprovecho para decir, fueron
una excelente compañía esa noche.
Recorrimos las costas del Lago
Argentino, vimos la cordillera de los Andes, pasamos por la Estancia 25 de Mayo,
hasta llegar a Punta Walichu o Gualicho, donde los guías, quienes nos fueron
informando sobre cada lugar por donde pasamos, nos contaron la historia de su
encanto, como también de los indígenas Aonikenk o Tehuelches, quienes habitaron
el lugar, antes de la llegada del hombre
blanco.
Pude ver arte rupestre, dibujos de
este pueblo nativo, en rocas y cavernas, a través del cual dejaron plasmado que el nacimiento y la muerte
son parte de un ciclo inevitable para el ser humano.
Coronando la noche, cenamos en una
caverna iluminada por antorchas, bajo las estrellas, la luz de la luna, oyendo
el fluir del agua del Lago Argentino, y con zorros merodeando la zona en
búsqueda de comida.
El menú consistió en una sopa de verduras, un guiso de cordero y, de postre, un mousse de chocolate. Acompañamos al paladar con vino tinto, el cual luego de terminar la cena, pudimos beber sentados en un tronco fuera de la caverna mirando el cielo.
De regreso, hicimos una parada en la cervecería
artesanal El Chopén y, al rato,
cruzamos al bar Don Diego, donde
seguimos tomando cerveza mientras escuchamos música en el contexto de una
zapada.
Al llegar al hotel, mi cuerpo cayó
rendido en la confortante cama, cerré los ojos y logré entrar en un sueño muy profundo, pudiendo apaciguar la ansiedad por la excursión que me esperaba al día siguiente.
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