El Calafate, Pcia. de Santa Cruz, Argentina

Por Julieta Inés Dal Lago

Día 2        

6.30 am:¡Buen día, Calafate!

Me costó levantarme, pero el desayuno continental que me esperaba fue un gran motivador para salir de la cama.

Después de desayunar, me fui a la terminal de ómnibus y tomé una combi para ir al Parque Nacional de los Glaciares.



El viaje duró alrededor de una hora, aunque el tiempo no se sintió, ya que el paisaje que se puede observar, durante el trayecto, es espectacular, con lo cual aconsejo tener la cámara de fotos a mano.



La tarifa de la entrada al Parque, para argentinos, fue de $ 250, y para extranjeros de $ 500, sumas que se abonan un tramo antes de la llegada.

En cuanto a la diferencia de precios, cuando consulté, me informaron que se basa en el criterio de que los argentinos pagamos impuestos.

La llegada al Parque Nacional de los Glaciares

Describir el impacto que me causó ver el Glaciar Perito Moreno es difícil, por tal motivo, iré compartiendo un par de fotos que saqué.


Medité frente al Glaciar y me resultó increíble la energía que hay en ese lugar. Está rodeado de montañas y frente a un bosque frondoso, con árboles de distintas tonalidades del color verde y marrón, característicos de la temporada otoño/invierno.


Pude observar quiebres de diversas partes del hielo que compone el Glaciar, e incluso escuchar el sonido de dichos desprendimientos.

No podía dejar de mirar esa pared gigante, pintada de una mezcla de colores que encarnan el blanco y celeste; y cuya extensión se pierde en el horizonte, entre las montañas que rodean la enorme masa de hielo.

Sentí un intenso magnetismo que atraía a mis ojos hacia el Glaciar, por eso me fue muy difícil alejarme para emprender el regreso.


Quedé realmente atrapada por la belleza e imponencia del Perito Moreno.


Después de caminar por todas las pasarelas y de poder apreciar la vista del Glaciar desde distintas perspectivas, decidí que era tiempo de ir en busca de una bebida caliente y algo para comer.

                                       Ph: Nuria Asnard

La despedida
En la entrada al Parque hay un restaurante, donde me senté a tomar un café con un tostado, y aproveché para hacer algunas compritas de productos que ofrecen a la venta, como gorros de lana y jabones.
Luego de 4 horas de excursión, la combi nos pasó a buscar, a todos los que fuimos sus pasajeros a la ida, y emprendimos la vuelta a la terminal de ómnibus del Calafate.

Paseo nocturno por el centro

Por la noche, fui a La Lechuza a comer una de las mejores pizzas que probé en mi vida. La imagen siguiente habla por sí sola:

Recomiendo que vayan y prueben sus tradicionales pizzas y empanadas, el sabor que tienen es espectacular.
Con respecto al postre, decidí ir a la heladería Las ovejitas, donde también pueden comprar chocolates y alfajores.


Luego de visitar el Casino, cerré la noche con una cerveza en el bar Don Diego y volví al Hotel Rochester Calafate a dormir, ya que al día siguiente me esperaba volver a madrugar; esta vez, para ir a visitar un pueblo mágico cercano: El Chaltén.


©.- Julieta Inés Dal Lago

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