Un sueño en vigilia

Por Julieta Inés Dal Lago

Este cuento lo escribí al estilo del escritor estadounidense Raymond Carver, considerado padre de la corriente del realismo sucio, movimiento literario surgido en los años 70-80 que destaca los rasgos vulgares y corrientes del ser humano. Es conocido por el relato corto de sus obras, las cuales suelen tener un final abierto. Se caracteriza, también, por el uso del verbo decir en su escritura.


Paul se despertó colérico y sudoroso de aquél sueño que no paraba de atormentarlo. Noche tras noche soñaba lo mismo: corría por un sendero oscuro, sin rumbo alguno, hacia una luz que estaba al final del camino y que nunca podía alcanzar. Cuando lograba acercarse a aquél destello, caía abruptamente en un abismo.

Indolente, se levantó de la cama y, presuroso, comenzó a vestirse. Estaba asfixiado, necesitaba salir del búnquer en el que vivía. Con un ligero atavío salió a la calle sin siquiera mirarse al espejo, hacía más de quince días que no se bañaba ni afeitaba. Irradiaba un olor nauseabundo como el que emana un muerto que nunca fue enterrado.

Tomó las llaves del auto, abrió la puerta y se quedó pasmado al ver que todo había cambiado. Las casas del barrio ya no estaban, los perros del vecino ya no ladraban. 

-¿Dónde están todos?, se dijo a sí mismo.

El escenario le resultaba conocido; a lo lejos vio el camino que transitaba en sus sueños. Decidió acercarse, se subió al auto y manejó hasta llegar a donde el siniestro sendero comenzaba. Aparcó el auto y, sentado, se quedó observando.

Se dijo: 
-¿Estoy dormido o despierto?
-Necesito tomar un trago, dijo, y abrió la gaveta del auto, agarró la petaca y se la tomó entera.
-¡Basta de esto!, dijo y se bajó del auto.
-¡Hasta acá llegué!, ¿te creés importante?, ¡no sos nadie, no sos nada!, le dijo al camino a modo de escarnio.

Y dijo:
-¿De qué te reís?, ¡me tenés cansado! ¡Bastaaaaa!
Y comenzó a correr por el camino, alienado, sin rumbo alguno. Vio la luz que ya conocía, hacia ella iba, sus pies avanzaban rápidamente, desenfrenadamente, no podía parar, cada vez más fuerte.

©.- Julieta Inés Dal Lago.- 12 de octubre de 2011.-




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